IGNACIO SANCHO GARGALLO, El paradigma del buen juez, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2022, 166 págs.
En este libro el autor, Magistrado de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, reflexiona desde una perspectiva teórica y práctica sobre el oficio de juzgar, y de quien desempeña tan relevante labor, el juez. Cómo ser un buen juez, cuestión que se responde desde la perspectiva del hondo sentido valorativo de todos los aspectos, subjetivos y objetivos, que conforman la labor judicial.
El libro es un compendio de tres trabajos complementarios escritos en diversas épocas: el “Paradigma del buen juez bajo la guía de los principios de ética judicial”; “Iuris prudentia del juez civil” y “Judge craft: el oficio o arte de juzgar”.
En ellos se exponen las peculiaridades del trabajo del juez, las virtudes, destrezas y habilidades que adornan esta labor de tanta trascendencia social y constitucional.
Al hilo de las reflexiones del autor sobre la función judicial van apareciendo numerosos autores clásicos y modernos. Por sus páginas desfilan filósofos y juristas, antiguos y modernos, como Aristóteles, Tomás de Aquino, Ulpiano, Cicerón, Federico de Castro, Kelsen, J. Mª Castán, Puig Brutau, Karl Larenz, Recasens Siches, Legaz, Taruffo y un largo etc. que muestran el alto nivel intelectual que el autor ha imprimido a su obra.
El eje dominante es el estudio de la prudentia iuris, un tema de tanta raigambre histórica en el derecho romano y que, pese al olvido posterior -a partir del siglo III d. C., acentuada en el estado moderno-, parece renacer con fuerza en el nuevo contexto constitucional.
La labor del juez está empapada de la prudencia, lo que se manifiesta tanto en los grandes principios de su estatuto profesional, -la independencia e imparcialidad- como en las actitudes y cuidado con que ha de abordar los pormenores de su trabajo: la identificación y valoración de los hechos, la selección de la regla jurídica aplicable, la redacción de la sentencia, etc. El juez no es un mecánico redactor de sentencias sino un atento explorador de la justicia y el derecho del caso concreto.
El juez goza del don de la intuición profesional sobre cuál puede ser el resultado final de la sentencia, pero está prevenido frente a conclusiones precipitadas y no debería tener inconveniente en cambiar de idea si los hechos y su valoración le indican otro camino. De ahí la importancia de las virtudes, destrezas y habilidades propias de la función judicial y que se describen con profusión en los trabajos que componen el libro. Brillan especialmente la humildad, la constancia, la atención a las pruebas, la escucha, la búsqueda de una sentencia justa y motivada, la prevención sobre los sesgos subjetivos que podrían hacerle perder objetividad, la esmerada atención a su formación jurídica humanística y cultural, la sagacidad, la cortesía con las partes, el cuidado del lenguaje, etc.
La lectura del libro conduce a la consideración de que el oficio del juez exige no solo un conocimiento exacto y profundo de la ciencia del Derecho. Exige además una serie de virtudes y destrezas en la persona sin las cuales fácilmente puede caerse en un oficio sin alma. La auctoritas del juez viene marcada por un temple humano, profesional y personal, que no suele exigirse en otras profesiones pero que facilitan su labor de juzgar. “Juzgar, afirma su autor a modo de resumen -pág. 139-, no es una tarea fácil. Requiere no solo un profundo conocimiento del derecho, sino también haber adquirido y desarrollado las competencias y habilidades propias de este arte práctico, que, por sí solas, también son insuficientes si no están insufladas por la virtud de la prudencia. Juzgar con justicia es juzgar prudencialmente. El juez es propiamente un jurisprudente».