Jaime Rodríguez-Arana, La forma y el Derecho administrativo, Tirant lo Blanch, Valencia, 2022, 218 páginas.

I

En este libro, el profesor Rodríguez-Arana, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de La Coruña, nos ofrece una firme y vibrante defensa de los principios jurídicos y constitucionales que impregnan la forma en el derecho. En particular en el derecho público y administrativo. Las formas, que son esenciales en el derecho, no están exentas de peligros como el autor de esta monografía, conocido experto en ética pública, nos revela. El riesgo y la realidad de un uso desviado de las formas pone en peligro la democracia y el Estado de Derecho. Las formas son esenciales por los múltiples valores jurídicos y constitucionales que encierran. Su desconocimiento aboca a la rigidez de los formalismos esterilizantes o los totalitarismos de diverso tipo.

De ahí que el autor no dude en remontarse a eximios sabios de valor permanente como son Aristóteles o Tomás de Aquino y a los principios éticos y filosófico-jurídicos básicos, bien enraizados en la cultura occidental. Valgan como ejemplo de la orientación del libro estas tres afirmaciones: 1ª: «la ética nos interesa en este estudio porque el contenido material de las normas, la finalidad de las normas, debe orientarse en función de los valores del Estado de Derecho que, como sabemos, tienen una eminente deriva ética y moral. Si la norma jurídica no exterioriza valores, no es una verdadera norma jurídica, será una regla, pero no una norma propia del Estado de derecho (pag. 93); 2ª: «…cuando se permite que la voluntad de mando, de poder, se convierta en canon único y exclusivo, sin límites de la actuación de quienes están investidos de alguna suerte de potestades (…) la forma se convierte, entonces, en el principal elemento de dominación y no tiene más sentido que la militancia en el mundo de lo políticamente correcto o conveniente» (pág. 132). Y 3ª: “la forma es garantía para el ejercicio de la libertad, una manifestación de la lucha contra la arbitrariedad, pero cuando se convierte en un fin en sí misma superando su condición de medio se llega a un culto ciego en el que en opinión de Sánchez Pedroche el proceso mata al derecho lo que llevado al Derecho Administrativo equivaldría que el procedimiento mata al derecho” (página 144).

II

Desde las alturas de la razón filosófico-jurídica y política, que el autor desarrolla en los primeros apartados del libro, desciende a la arena de las cuestiones concretas en las que, con despliegue de la jurisprudencia, se examinan en los capítulos dedicados a la contratación pública y al procedimiento administrativo. En ellos destaca el “antiformalismo” típico de la disciplina del Derecho administrativo, en absoluto reñido con la esencialidad de las formas sino con la sobreactuación de ellas, una patología que frustra los valores de fondo que muchos procedimientos atesoran: libre concurrencia, interés general, justicia, etc. El autor apuesta por una motivación de calidad del acto administrativo como muestra de la temperatura democrática de una administración.
Al final queda la idea de que sin la ética como fundamento de la democracia esta se desvirtúa irremediablemente. Y que vale la pena defenderla. Por ello es muy recomendable la lectura de este libro que te eleva la mirada por encima de los avatares del “día a día” de los conflictos jurídicos en los que no suele quedar tiempo para una visión amplia del Derecho.